Sara Barderas - Columnista de DPA
Madrid.- Tan sólo seis días después de su proclamación se le plantea al rey Felipe VI la primera prueba de su reinado: el procesamiento de su hermana Cristina en el caso de corrupción que golpeó los últimos años del reinado de su padre y sumió a la monarquía en una crisis sin precedentes. El caso fue “el martirio” de la institución, como dijo una vez Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey que acompañó a Juan Carlos en los últimos tiempos. Felipe se enfrenta al reto de superar ese suplicio y de revertir la crisis de desprestigio a la que ha llevado a la Corona.
Parte con la ventaja de que su hermana fue apartada de facto de la familia real a fines de 2011, junto a su marido, Iñaki Urdangarin, el principal protagonista del escándalo de corrupción. Cuando en febrero fue interrogada como imputada durante cinco horas por el juez José Castro de Palma de Mallorca, no se la había desplazado de la casa real.
Felipe tuvo tiempo para mostrar públicamente su distanciamiento de ella. Él y la reina Letizia han hecho todo lo posible en este tiempo por no coincidir con Cristina y Urdangarin, y evitar así las “fotos” para no dañar el reinado que acaba de comenzar. Los medios españoles dieron cuenta de que los nuevos reyes hace ya tiempo que retiraron incluso la palabra a la infanta y a su marido. Desde la proclamación de Felipe, Cristina y la otra hermana del rey, la infanta Elena, dejaron de formar parte oficialmente de la familia real.
Esta, según la ley española, se compone del monarca y su consorte -la reina Letizia-, los hijos -la princesa Leonor y la infanta Sofía-, y los padres del rey -los reyes Juan Carlos y Sofía-.
El nuevo monarca lanzó un mensaje en el discurso en el que fijó las líneas de su reinado, tras jurar la Constitución en el Congreso de los Diputados. “Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública. Y el rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente, sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos”, apuntó, unas palabras que todo el mundo interpretó en el marco de este caso.
Cristina quedó además excluida de todos los actos en torno a la abdicación de Juan Carlos y la proclamación de Felipe. Después de conocerse el procesamiento de Cristina, la casa real reaccionó de forma escueta pero ajustada: “Pleno respeto a la independencia del Poder Judicial”. Ni una palabra más, ni una palabra menos.